sábado, 22 de enero de 2011

SEP 06
Un sábado por la tarde.

Era un sábado por la tarde, recién le había dado malos consejos a mi hermano, los escenarios más o menos llenos, había propuestas realmente buenas, había otros sonidos, adornados con sintetizadores y efectos especiales.
Al caminar él buscaba un rostro entre la gente, yo no podía creer que él buscara a alguien con tanta desesperación. Yo iba con alguien más, hablábamos con nostalgia de nuestras interminables horas de charla nocturna, del cigarrillo a la luz de la luna, ya fuera uno regando sus plantas, ya fuera el otro cenando en la cocina, siempre tuvimos un punto común de complicidad: la hora de la charla y el análisis.
Pasábamos sorprendidos entre la multitud. Él y yo nos sentíamos jóvenes aún, pero estábamos de cara a otra generación, una generación que para nuestra sorpresa no protestaba, no se cuestionaba, les había sido dada una libertad condicional a la que se habían adecuado muy bien. Para ellos nada era extraño ni digno de cuestionar, para nosotros, un par de jóvenes con alto índice de paranoia y que hacían gala orgullosos de ese dicho tan famoso que reza “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica” todo parecía una trampa perfectamente tejida por la araña del consumismo. Pero este “par de jóvenes” ya rebasaban al promedio de la multitud al menos con 7 a 10 años. Este “par de jóvenes” no tuvieron lo que ellos tienen, y no sufrieron lo que ellos sin saber, sin sospechar siquiera, sufren; ellos agonizan por no tener claro al enemigo. Por no poder gritarle a alguien en lo particular ese “te odio” o “te venceré” como alguna vez nosotros lo gritamos a nuestros represores padres, a nuestras deficientes instituciones y así como a nuestros padres les dijeron “Rebeldes” y fueron acreedores a una matanza institucional, nosotros fuimos unos “Rebeldes sin causa” y nuestra sangre no fue derramada ni al asaltar camiones exigiendo un precio justo por el transporte, ahora nuestros chicos no son ni “rebeldes” porque creen que todo les ha sido dado y que su única obligación es hacer uso de esos derechos que sus padres les procuraron en el pasado…
y a mitad de la reflexión me tope de frente con la realidad de mi condición actual, mi condición de adulto. Nuestro colega un poco más joven que yo, había encontrado a su rostro buscado, un rostro joven y agradable, marcadas ojeras causadas por la vida nocturna pero contrastadas con la frescura de unas mejillas acostumbradas a sonreír siempre, unas manitas pequeñas y cuidadas, ignorantes de lo que es el trabajo duro, un cuerpo bendecido por la genética pero maltratado por la negligencia y ablandado por el “uso galante” que seguro le había propinado también mi estimado, mi muy querido acompañante. Él me presentó como algo suyo, y efectivamente yo soy suya en el mismo grado que él es mío. Y le saludé estirando fríamente mi mano helada, casi más fría que mis sentimientos hacia ella. Ella parecía querer saludarme de beso. Pero yo temía saludar a la mujer que sería el equivalente de todas las mujeres jóvenes del mundo que se prestan a ser un objeto y yo me sentía como la representación de aquellas que habían sido engañadas y abandonadas por una más joven. En su mirada había vanidad y una autoestima artificialmente inflada, inflada a base de encuentros con hombres que habían prometido su corazón a otras mujeres, mujeres como yo que en su eterna lucha contra el tiempo y contra los hombres, en su lucha de egos y bajo la senda de la competitividad olvidaron que había un corazón esperándolas, una promesa de amor sin ser correspondida, una nobleza y pureza que estaban siendo empolvadas y engusanadas, pudriéndose en el desamor y la desesperanza, contaminándose con esas gusanas ávidas y listas para el ataque, dispuestas a comer por dentro esa manzana que era promesa de vida y amor.
Le confesé que no podía ser imparcial, que mi corazón estaba oprimido y no podía más, finalmente yo había dado el ejemplo y no debía hacer reclamo alguno, aún así había algo malo naciendo en mí.
Nos fuimos y me sorprendió que el rock aún no había muerto, toco Disidente y me di cuenta de que las personas necesitaban sentirse identificadas, muchas personas mayores a mi coreaban las canciones de esta banda que si bien musicalmente no proponían nada nuevo, eran la respuesta tardía al grunge gabacho, eran un rock alternativo mexicanizado y sentimentalizado también. Era satisfactorio para mí ver que la gente ya no quería violencia, todos parecían estar muy de acuerdo en su búsqueda de paz y en ese extraña necesidad de unión tan sentimentalona como la que yo había tenido en mis años de adolescencia, pero todo era diferente para mí esa noche, yo ya no buscaba comprensión, buscaba una revolución, buscaba una salida efectiva a mi violencia contenida y reprimida. ..


buscaba una justificación más que nada, todo el tiempo, ¿Cuál era la justificación de todos los que coreaban las canciones en ese momento? Podría haberla sabido de haber sentido lo que sentían ellos, pero yo terriblemente ahogada en el individualismo, parecía tener una cobertura impermeable entre esa multitud que a decir verdad lucía hermosa. Eran como un montón de niños tiernos y amorosos, todos y cada uno de ellos cuando se empujaban, cuando cantaban, cuando alzaban las manitas y apoyaban a su banda, eso era disidente en ese momento, una forma ruda de expresar amor. O almenos eso eran bajo mi lente empañado casi por las lágrimas.
Caminé de la mano del único hombre que aguanta todas mis necedades y al lado del personaje silencioso y observador más consiente que haya conocido antes. Me sentía como dorita tratando de llegar al castillo del mago de oz, en mi caso trataba de llegar con el Rey del camino, mis oídos querían escuchar algo nuevo entre ese mar de sonidos que para mi, y solo para mi, eran sumamente quimericos, quería nuevas estridencias, pero sobre todo mis ojos clamaban por ver rostros conocidos, en vano busqué el escenario donde tocaba Troker. Troker para mi representa una historia diferente, una búsqueda dentro de lugares comunes en el mundo e inexplorados para el rockero nacional. Un lugar donde la melancolía y la tristeza no tienen lugar para emprender el viaje, donde las sensaciones solo pueden ser nuevas. Eso quería escuchar yo, una alternativa de escape, la ruta de evacuación, correr sin mirar atrás pero dentro del ambiente familiar que las caras conocidas pueden brindar… así de cobarde me había vuelto…

Su amor no era sencillo

“Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse. En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales”
Mini cuento de el escritor uruguayo Mario benedetti.
… Y más difícil el nuestro, cuando te encontré.
Tú habitabas un cuerpo modesto
activabas los mecanismos para emular una sonrisa amable
tus ojos siempre secos, siempre inexpresivos te ocultaban bien del mundo,
veía lo reflejado por ese cúmulo de fractales, de células y tejidos
más no tenía idea de lo que había por dentro…
un mal día hablando de apellidos y de sangre
descubrí dos secretos terribles:
El primero
que tus brazos guardaban el calor que mis poros ansiaban
que tu corazón latía débil y a paso aletargado… igual que el mío
que tu piel áspera y seca daba vida nueva a mi frágil casaca
Segundo
que en algún momento de la historia del mundo
tu sangre y la mía salieron del mismo vientre en algun lejano pasado…

30-11-10